Manuel Vázquez Montalbán

BARCELONA

Texto y selección de contenidos: Mari Paz Balibrea

Barcelona es el entorno principal de la obra y la vida de Manuel Vázquez Montalbán, el lugar donde nació y siempre vivió y el centro neurálgico de su imaginación creadora, vida intelectual y educación sentimental. Su obra creadora y ensayística aporta elementos para una historia urbana de la experiencia y el patrimonio cultural y ético de las clases barcelonesas sin Historia, de las que provenía, ligadas principalmente a su Barrio Chino natal. De principios de siglo hasta la Segunda República esa zona barcelonesa es en su obra actor privilegiado en el desarrollo de las vanguardias, la lucha de clases y la posibilidad de vivir con menos inhibiciones. Al desaparecer este horizonte al final de la Guerra Civil, y durante lo más duro de un franquismo al que solo es posible resistir simbólicamente, esa Barcelona miserable deviene refugio de la dignidad de los perdedores.

Muy crítico con la Transición y los primeros gobiernos socialistas, es en Barcelona donde el autor perseguirá más rigurosa y sistemáticamente las traiciones y desencantos de una hegemonía que presentaba como imprescindible el olvido del pasado y como deseable el capitalismo neoliberal.

Lugar de honor merecen aquí las transformaciones en su Barrio Chino y los Juegos Olímpicos de 1992, cuya economía política tuvo en Vázquez Montalbán una de sus más agudas críticas materialistas.

Su obra ensayística, periodística y literaria compone una aportación imprescindible a la historia social, cultural, política y sentimental de la ciudad en el siglo XX. Por ende, como ciudadano, la presencia de Vázquez Montalbán en las calles y su participación en la vida cívica de Barcelona fueron constantes durante toda su vida. De la estima en que la ciudadanía le tenía nos da la medida la reacción a su muerte inesperada en 2003. En la actualidad le recuerdan con su nombre en el área metropolitana de Barcelona, una plaza, un centro cívico y un instituto de enseñanza media, además del premio de novela policiaca Pepe Carvalho, el protagonista de su serie detectivesca.

Manuel Vázquez Montalbán en la plaza del Padró. Foto: Guillermina Puig.

Institut Manuel Vazquez Montalbán

Plaça Manuel Vazquez Montalbán

Selección de textos

La Barcelona del Barrio Chino de principios del s. XX
La Barcelona del Barrio Chino de principios del s. XX

Territorio abigarrado de la clandestinidad y el margen, donde conviven las expresiones afectivas, artísticas y políticas reprimidas por la Barcelona bienpensante y burguesa, encontramos sus rastros esparcidos por toda la obra montalbaniana, del ensayo a la narrativa pasando por el musical

«En el Apolo o en el Arnau, del Paral.lel, triunfa lo que empieza a llamarse “género frívolo”, con canzonetistas de leyenda como la Bella Chelito, la Bella Dorita o Raquel Meyer, musa de los sueños eróticos de generaciones de barceloneses.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p.183

«También tiene sentido el nombre [de Barrio Chino] por extensión del concepto de barrio prohibido, por su condición de territorio para el hampa y el lumpen. El Barrio Chino barcelonés invadió la calle de Escudillers y sus aledaños, a manera de marca delictiva, pero su meollo estuvo y está del otro lado de la Rambla, entre Drassanes, el Paral.lel y la calle del Hospital. Allí se mezclaban putas y familias obreras, profesionales de la mariconería y locales sindicales ácratas o de nacientes formaciones socialistas y comunistas, cárceles de mujeres y frontones vascos, tiendas de preservativos y meublés olorosos de zotal e ingles, chiringuitos de finos y generosos con chiringuitos de cazalla o de barrecha (cazada y moscatel), una de las primeras síntesis culturales del contacto entre el pueblo catalán y los emigrantes.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 188)

«Es la Iglesia del Carmen. La construyeron después de la Semana Trágica, sobre el solar de un antiguo convento de jerónimas que quemaron los revolucionarios. (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 33)

«Escena VIII
Panorámica del Paralelo de los años veinte. Desembocan Reynals, Patrick i Arrufat, vestidos de noche, esmoquin, sombrero de copa, etc. Estan bastante bebidos.

Patrick:
Estoy confundido
Alucinado,
Estremecido
Poseído,
Descojonado
Atónito,
Y es que estoy
Enamorado de la
Ciudad
El mismo día, en el
Mismo lugar, he
Conocido a
Un dictador borracho
Que no dicta nada.
A Un andaluz que es un
Pintor loco y
Ampurdanés,
Que, en un sobre,
Delante mío, se ha
Masturbado
I que a su padre
Le ha enviado el
Resultado
Diciendo: no te debo
Nada, nada, nada.»

(Flor de nit / text Manuel Vázquez Montalbán, sobre una idea de Dagoll Dagom; música Albert Guinovart. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000, p. 60-62. https://www.cervantesvirtual.com/obra/flor-de-nit-multimedia—0/)

«Escena XII
Buhardilla de Quimet […]

Pons:
Vosotros realmente
¿Sois anarquistas?
O sois nacionalistas
¿Regionales?
Nuestra lucha
Final
Ha de ser
Internacional
¡Por la victoria del
proletariado!

Quimet, Pons:
Nunca más reyes y aún
Tenemos rey

Isadora:
Ni más patrones y
Aún hay patrones
Nunca más dioses…
¡Revolución!»

(Flor de nit / text Manuel Vázquez Montalbán, sobre una idea de Dagoll Dagom; música Albert Guinovart. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000, p. 60-62. https://www.cervantesvirtual.com/obra/flor-de-nit-multimedia–0/)


Barcelona de postguerra bajo el franquismo

La evaluación que el autor hacía de la entrada en Barcelona del franquismo y sus efectos no deja lugar a dudas:

«La represión fue feroz, implacable, inmisericorde.» (Barcelonas. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 2018, p. 243)

«El talante ante esta situación iba por barrios ideológicos, aunque cada vez más tradujo situaciones económicas: la Barcelona asentada, salvo en los sectores culturalmente nacionalistas, se hizo franquista en mayor o menor grado; la otra Barcelona se comió su propia memoria o adaptó su metabolismo a la ingestión de sapos y se puso firme al atardecer, cuando se arriaba bandera en los cuarteles profusamente repartidos por la ciudad y ¡ay del que no se pusiera firmes con el brazo en alto ante el toque de silencio! De nuevo la doble conciencia […]: la ciudad que sobrevivía y hacía ver que no se enteraba de las descargas de los fusilamientos, de las colas ante la [cárcel] Modelo, de la destrucción sistemática de su propia identidad.» (Barcelonas. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 2018, p. 249)

Sus poemas ahondaron en la expresión de la vivencia de esa “otra” Barcelona perdedora:

«Oh ciudad del terror
entre las avenidas lívidos
árboles del otoño
los invasores
fusilaban archivos
borrachos de memoria bárbaros
hartos de carne humillada
y ofendida

el miedo era una presencia
el silencio su mortaja
las palabras escondidas en las cosas
las ideas en los ojos
contemplaban
la división entre el que muere y el que mata» (Praga. Barcelona: Lumen, 1982, p. 15)

«Definitivamente nada quedó de abril
pobre Rosa de Abril el mes más cruel
dibujada de muerte -hipótesis de la muerte-
entre mis manos tu rostro frío confirmaba
el silencio al que llevas mi memoria
memoria de mi infancia y tu postguerra
tu juventud agredida por los perros de la Historia
mi juventud agresora de tu instinto de vida
roja Rosa […]» (Pero el viajero que huye. Madrid: Visor, 1991, p. 59)

Quedan la resistencia simbólica y la solidaridad para contrarrestar el terror y la miseria en esos barrios vencidos:

«Irse de esta mierda de país y empezar a prosperar. […] O te vas o revientas. A veces me asomo a ese lado, al que apunta hacia la calle de la Cera y el cine Padró, y me imagino que estoy aquí arriba con una ametralladora y por esa calle pasan todos los fachas de España y ratatatatatá, no dejo a uno y me sienta bien el desahogo. Si alguna vez me ves subido ahí y ametrallando con la boca, no me hagas caso. Me estoy desahogando.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 107)

«El niño da vueltas y vueltas en torno de un perro dormido que de vez en cuando abre un ojo vigilando las intenciones de la bicicleta.

—Aquí en el terrado disfruta y se libera de toda la mierda que las monjas le meten en la cabeza. Mi cuñado tiene cojones. Rojo de toda la vida. La cárcel. Y va y me mete al chiquillo en un colegio de monjas de San Vicente de Paúl, porque es gratuito, de la Caja de Ahorros, y de momento, para lo que le enseñan… Pues le enseñan a rezar. ¿Y sabes qué libro le han dado para que se lo lea en casa? Fabiola. Un libro de mártires, curas y romanos. Dile a Young quien es Fabiola, nene.

—Una mala puta.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 109)

«El otro día vino una pobre mujer, llena de mierda, con perdón, llevaba un niño y pidió algo para comer. Yo, sin abrir la puerta, le dije por la mirilla que se retirara a la escalera y que esperara. Vi que se sentaban en la escalera y abrí un poco la puerta, lo justo para poner un plato de arroz en el suelo con una cuchara. Volví a cerrar y por la mirilla vi que se lo comían. Dejaron el plato y la cuchara en el mismo sitio y cuando me aseguré de que se habían ido, salí y recuperé el plato. Era un caso de necesidad y tenían mucha hambre, mucha para comerse aquel arroz, porque llevaba ya varios días en la fresquera y olía un poco. Te había salido muy bueno.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 117-118)

«Te dije que el librero de Atarazanas me iba tomando confianza. Luego me ha dicho que, primero, siempre pone a los clientes en cuarentena, no vayan a ser ganchos de la policía. A un librero de viejo de la calle Hospital le cogieron el otro día La araña negra de Blasco Ibáñez y Así hablaba Zarathustra de Nietzsche y se lo llevaron a [la comisaría de] Vía Layetana.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p.125)

Muy crítico fue también Vázquez Montalbán con las grandes transformaciones urbanísticas de la Barcelona que, con el desarrollismo franquista, cambia de piel a partir de los años 50 de la mano del alcalde José María de Porcioles:

«El porciolismo dejó ir el élan vital del crecimiento, significó el imperio de un urbanismo represivo basado en la ciudad como lugar de tránsito cuanto más rápido mejor, como base de una industria de la construcción suficientemente apetitosa para que se desarrollara un capitalismo urbano. Todo esto significaba la destrucción de la ciudad como rincones agradables, de la ciudad como lugar para estar, pasear, tener relación humana, etc. Un urbanismo represivo, de anticomunicación, el porciolismo es la máxima representación de esto. […] Después de la guerra civil, lo que Oriol Bohigas llama la arquitectura del estraperlo encuentra su elemento político fundamental en el señor Porcioles y sobre todo en el porciolismo como filosofía de la ciudad.» (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 54-56)

«…de la noche a la mañana, a finales de los 50 y primeros 60, todo aquello [Cornellà, Santa Coloma, Sant Vicenç dels Horts] quedo invadido por unos bloques de construcción terrible. Claro, era necesario que la gente encontrara un lugar para ir a vivir, pero ¿con qué criterios? Eran criterios salvajes, y la gente que fue a vivir allí pagó un precio altísimo en sus formas de vida, con problemas psicológicos, sociales y personales de todo tipo.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 85-86)

«…la Barcelona porciolesca, aquel inmenso parking despersonalizado. (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 350)

Frente al porciolismo, Vázquez Montalbán confirmaba como fundamental la labor antifranquista de la Asociaciones de Vecinos:

«Barcelona […] ya tenía un caldo de cultivo crítico, político e ideológico en los años 60 bastante fuerte. ¿Y cuál fue su salida? Las Asociaciones de Vecinos. […] Es casi uno de los fenómenos culturales más importantes de toda España: la aparición de una crítica urbanística en Barcelona, a finales de los años 60 y primeros de los 70, ligada a estos movimientos.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 42)


La Barcelona de la Transicion y gobernada por los socialistas

Elemento central de la visión montalbaniana sobre este periodo es la crítica a cómo los políticos que lideraron la transición de la dictadura a la democracia pactaron conceder impunidad a los crímenes del franquismo y limitar a un marco de democracia liberal capitalista las reivindicaciones mucho más ambiciosas de la izquierda antifranquista. Personajes frecuentes en las páginas de su obra son estos actores políticos de pasado izquierdoso que se cambiaron de chaqueta o volvieron a la casa del padre.

«—Es curioso. Casi en cada mesa una cara conocida. La generación que está en el poder: de treinta y cinco a cuarenta y cinco años. Los que supieron dejar de ser franquistas a tiempo y los que supieron ser antifranquistas en su justa medida o a su justo tiempo.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 57)

«[…] nos inventamos una lucha que no hacíamos. El franquismo duró lo que tuvo que durar y pasó por encima de lo que llamábamos nuestra lucha.
—Pero al menos ayudamos a crear conciencia democrática.
—Tanto como el Opus iniciando el Plan de Estabilización en mil novecientos cincuenta y siete y luego el Desarrollo Económico.
—Y prohibiendo El último tango en París.
—Pero permitiendo que la burguesía formara colas automovilísticas hasta Perpiñán para verle el culo a Marlon Brando. Era una doble conducta perfectamente asumida. En cambio, nosotros íbamos con el ariete por delante para derribar la fortaleza de La Bastilla y no derribamos nada.
—Delapierre, tú que eres actor, sermonea a Joan para que no sea tan revisionista. Los revisionistas me bloquean el cerebro.
—Joan no es un revisionista. Simplemente, ha crecido. […]
—Hay un tiempo para equivocarse y un tiempo para descubrir el porqué del error. Pero no me arrepiento de nada de lo hecho.” (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 56)

«—Y tú, ¿qué?
—¿Yo? ¿Qué de qué?
—Políticamente, chico. Yo adelanto una explicación sobre la correlación de fuerzas en presencia. Joan y Mercè pertenecen a la derecha civilizada, Delapierre es ácrata y del Frente de Liberación Gai. […] Ventura, tu antiguo rival en la conquista del poder dentro del PSUC, la UER, el PCI, Bandera Roja y otra vez el PSUC, es decir, hayamos estado donde hayamos estado, Ventura, el viejo combativo y brillante Ventura se ha vuelto… escéptico…[…] Y Luisa es nacionalista de izquierdas y feminista […]
—¿Y tú, Schubert?
—Yo dudo entre seguir el juego a los socialistas para hacer una carrerilla y poder ahorrar para la vejez o retirarme a mis posesiones ideológicas del pasado y esperar tiempos mejores. —¿Y tú? […]
A ti si te han cambiado la canción, master. Perteneces a los fugitivos del saber marxista, a la tropa que le presta lenguaje e información al capitalismo internacional, lenguaje, información y lógica del enemigo y además la satisfacción de haberte recuperado, master.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 65, 67-68)

Aunque esta crítica de Vázquez Montalbán es de alcance español, se encarna a menudo en personajes barceloneses, como en los casos arriba citados de El pianista. Por ende, esa crítica se encuentra en su obra muy bien articulada con la ciudad gracias al gran conocimiento que el autor tenía de las realidades socioeconómicas y urbanísticas de la Ciudad Condal:

«Se ha de reconocer que se ha hecho una cierta política de recuperación de espacios libres de la ciudad, sobre todo en las zonas de más densidad de población. La política de obertura al mar desde el Moll de la Fusta y otras iniciatives demuestran una cierta voluntad de recuperación del espacio público. También veo un esfuerzo de recuperación de la cultura de barrio, de la identidad de barrio. Esto ha sido una conquista muy positiva de la democracia. Ahora bien, estamos dentro de un mercado y la especulación no se puede combatir dentro de este marco. La ciudad puede tener una política de cultura urbana más avanzada y democrática, pero está dentro de un marco de libertad de mercado. En consecuencia, los constructores tienen la ley en su mano.» (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 56)

«La instalación en el poder municipal de los socialistas sirvió para que muchos intelectuales y profesionales críticos del período anterior pudieran dejar de pensar la ciudad para hacerla, para entrar en el templo de la gestión real, y el impacto entre realidad y deseo forzó una síntesis pragmática, favorecida -e inductora- por el desmantelamiento de la conciencia crítica representado por el movimiento vecinal.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 334-335)

«A mí, lo que me preocupa, al final de este viaje teórico, ideológico más que teórico por parte de ellos, es la alienación, es decir, creo que, en este momento, se creen lo que dicen por qué tienen necesidad de creérselo. Si no, tendrían de hacer un acto autocrítico tan brutal y feroz que pondría en cuestión muchísimas cosas. Y, entonces, prefieren decir que no se podía hacer de otra manera. Y como que esto ya no es comprobable, este es el problema de la oposición entre los pragmáticos y los que son acusados de utópicos. Los pragmáticos pueden decir: “hemos hecho esto”; los utópicos han de decir: “mirad las hemerotecas, para ver lo que decíamos en aquella época”. Y este es el fracaso constante. Ahora, nadie se planteará nunca como habría podido ser esta ciudad. Nadie ya se lo podrá plantear, porque, claro, es la lucha desigual entre el pragmático y el crítico.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 66)

«Estoy muy preocupado con los abrazos que se dan Maragall y Pujol con Porcioles […] dando por buena la destrucción sistemática de la ciudad y del espíritu de la ciudad que representó el porciolismo. […] Estoy preocupado por saber si de aquellos abrazos se deduce una filosofía común, o una misma visión de la ciudad: la Barcelona Grande.» (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 54)


Memoria y nostalgia de la Barcelona de su infancia y militancia

Vázquez Montalbán decía que su patria era su infancia, el espacio-tiempo de un barrio barcelonés pobre de perdedores en la primera postguerra. Las referencias a él recorren su bibliografía, marcadas por la nostalgia, un tono de homenaje reivindicativo y la crítica a un urbanismo que desprecia las huellas del pasado en la ciudad.

«Incluso había la costumbre -lo recuerdo de cuando era pequeño, que vivía en el Distrito Quinto- que pasear el domingo significaba las Rondas, el Paralelo, las Ramblas, sin salir de este circuito, porque más allá comenzaba el Eixample, comenzaban los otros territorios que eran del otro sector social.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 15-16)

«El hervor ciudadano de la Rambla de la transición, que se emborrachaba en Can Boadas y se tomaba una horchata en el Café de la Ópera, fue sustituido [en los 80] por una Rambla solitaria, de noche, escenario para las buscas más sórdidas, de las más tristes carnes o de drogas duras o blandas o toda la gama de drogas fláccidas, censadas y no censadas.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 330)

«Si alguna vez […] llegáis a esta plaza [del Pedró] y sobrevive, porque en el pasado fue amenazada por la apertura de otra vía Laietana que desde Colom hasta la calle de Muntaner arrasara la oscura memoria de la ciudad pobre, os pido que dejéis una real o imaginaria rosa amarilla en la fuente, homenaje a muertos que solo yo recuerdo o solo yo imagino, que aquí fueron felices escuchando los conciertos de los coros de Clavé o de la banda municipal conducida por el represaliado Lamote de Grignon. Muertos que me preceden o me exceden, que no han tenido su crónica ni sus hagiógrafos, enterrados para siempre en la fosa común del tiempo […] Muertos premodernos que esperaron inútilmente la consumación del Todo.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 350-351)

«…no queda ninguna memoria auditiva. Una vez tuve que escribir un guion radiofónico sobre la Barcelona de aquella época [los años 40] y pregunté a la emisora si tenían grabado el ruido de los tranvías. No lo tienen grabado. Y los pregones por las calles, y los señores mayores que cantaban Machaquito o Rosó, llum de la meva vida… Haría falta un museo del sonido, quizás alguien lo tiene grabado. La corneta del barrendero, la rueda del carro sobre los adoquines. […] Había más olores […] el olor de la col hervida era muy característico, el olor de las gachas, el olor de los aceites de aquella época menos refinados que ahora. El olor de un frito de antes podía ser terrible. Algunos barrios olían a frito. Existía una mitología del pollo, a la que habían contribuido aquel granuja de Bofarull, el propietario del restaurante Los Caracoles en la calle Escudellers. En la época del hambre, se formaban colas de gente frente al restaurante para mirar como giraban los pollos asados, en la esquina de la calle. Uno de los motivos de fiesta los domingos era ir frente a Los Caracoles a ver como giraban los pollos asados. » (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 35, 39)

«No escogí nacer entre vosotros
en la ciudad de vuestros terrores
en su sur vencido y fugitivo
mediocres estelas de hambre y olvido
fui sombra chinesca sobre los paredones
donde me fusilaron tampones y recelos
nací en la cola del ejército huido
me quedé a la luz del centinela
y os pedí prestados aire y agua
en barrios que os sobraban.» (Praga. Barcelona: Lumen, 1982, p. 27)

«Suflé de castañas. Las había comprado por ritual y por nostalgia, en recuerdo de aquellos tiempos en que su madre asaba las castañas en una sartén vieja agujereada, todavía en el fuego de carbón mediocre de posguerra o de bolas de polvo de carbón, a la luz del carburo, aún a ciegas eléctricas en aquel barrio de la ciudad vieja ahora amenazado por las buenas y malas intenciones de la posmodernidad. Y junto a las castañas asadas en una sartén reconvertida, los panellets de boniato, única materia prima de dulcería al alance de todos los españoles. Mis recuerdos no me sobrevivirán, se dijo Carvalho…» (El laberinto griego. Barcelona: Planeta, 1991, p. 115).

«Y en la metamorfosis de Barcelona había como un ejercicio de sadismo implacable para destruir incluso los cementerios de su memoria, el espacio físico donde podrían residir los protagonistas de sus recuerdos. En la añoranza de Bromuro […] cumplía un papel referente la supervivencia de espacio físico en el que solía encontrar el viejo, bares, esquinas, la miserable pensión donde vivía amenazada ahora por la demolición de parte del Barrio Chino.» (El laberinto griego. Barcelona: Planeta, 1991, p. 132).

«Casa Leopoldo era el restaurante mítico del Barrio Chino al que Carvalho acudía en momentos de nostalgia del país de su infancia, cuando era un miserable pequeño príncipe del País de Posguerra. […]El barrio había sido pasteurizado. La piqueta había empezado a derribar manzanas enteras y las putas perdidas sin collar se habían quedado sin fachadas en las que apoyar el culo en las largas esperas de clientes disminuidos económicos y psicológicos. […]Convenía que el mirón olímpico no se llevara de Barcelona la imagen del sexo con varices y desodorantes insuficientes.» (Sabotaje Olímpico. Barcelona: Planeta, 1993, p. 72)


Referencias a la Barcelona olímpica en la obra de Manuel Vázquez Montalbán

El autor fue muy crítico con los Juegos, que entendió como una excusa para disparar la neoliberalización de una ciudad convertida en marca comercial a la venta para turistas globales, abandonando así las reivindicaciones democráticas asociadas a los movimientos vecinales del tardofranquismo y los primeros momentos de la transición. Además de expresarse en valoraciones de gran agudeza analítica, la ironía, la burla y el sarcasmo ante la euforia constructora y el consenso social casi absoluto alrededor de los Juegos fueron constantes en su tratamiento del tema.

«…i entonces llegó la convocatoria olímpica, que significó deshacer cualquier modelo de crecimiento equilibrado. Significó hacer crecer la ciudad en función de las necesidades olímpicas, que eran crear una infraestructura viaria de rápida comunicación, el crecimiento hacia el Maresme, hacia el mar, no por la conquista del mar famosa como expresión lírica, sino para obtener un territorio que sería la Villa Olímpica, con un programa de obras condicionado por esta necesidad, la cual cosa significaba, además, que el crecimiento de la ciudad beneficiaría a aquella parte de la ciudad que tendría los Juegos llamados Olímpicos.[…] el injerto social y cultural que significa la Villa Olímpica en el marco en el cual está, es decir, al lado del Poble Nou, a pocos metros de La Mina, de los barrios del Besós, etc., que implica, entonces, sembrar especulación alrededor.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 59-60)

«[Los Juegos Olímpicos] acabaron de deshacer cualquier capacidad de resistencia de contención que pudiera tener el poder público, aunque aparentemente dé la sensación de que controlan este proceso.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 72)

«La Oficina Olímpica, Preolímpica, Transolímpica, Postolímpica empleaba a las gentes en otro tiempo menos olímpicas de este mundo […]: del marxismo leninismo a la gestión democrática institucional y finalmente a preparar todos los Olimpos que la democracia española tendría en 1992: el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, la Feria Internacional de Sevilla, las Olimpiadas, Madrid capital cultural de Europa. Quien no ha perdido siquiera media hora de su vida preparando la revolución, jamás sabrá qué se siente cuando años después te descubres a ti mismo prefabricando olimpos y pódiums triunfales para los atletas del deporte, del comercio y de industria.» (El laberinto griego. Barcelona: Planeta, 1991, p.32).

«Y la Nova Icària [calle de la Villa Olímpica] puede ser eso, como una parodia del falansterio, pero de un falansterio para clases aposentadas, claro. Ahora bien, una próxima iniciativa seria crear, por ejemplo, la Ciudad Comunista, hecha por Núñez y Navarro, con toda una serie de atracciones: desde un gulag interior, para que la gente pueda estar un ratito, hasta una “checa”, con la posibilidad de que la gente pudiera asaltar el Palacio de Invierno. Y todo ello patrocinado por la empresa de Walt Disney.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 105-106)

«…llega un momento que, para tirar adelante determinadas iniciativas, el Ayuntamiento cede la soberanía de que dispone sobre el suelo de la ciudad. Todo esto, a cambio de compensaciones que, a la hora de la verdad, no esconden que el negocio lo hacen los de siempre […] a cambio de una pequeña zona verde gratuita para la ciudad, reciben beneficios de 1.300 millones de pesetas.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 116)

«Una ciudad ocupada por gente disfrazada de saludable puede llegar a ser insoportable y más insoportable todavía si, a causa de los Juegos Olímpicos, la ciudad se ha hecho la cirugía estética y de su rostro han desaparecido importantes arrugas de su pasado.» (Sabotaje Olímpico. Barcelona: Planeta, 1993, p. 12)


Territorio abigarrado de la clandestinidad y el margen, donde conviven las expresiones afectivas, artísticas y políticas reprimidas por la Barcelona bienpensante y burguesa, encontramos sus rastros esparcidos por toda la obra montalbaniana, del ensayo a la narrativa pasando por el musical

«En el Apolo o en el Arnau, del Paral.lel, triunfa lo que empieza a llamarse “género frívolo”, con canzonetistas de leyenda como la Bella Chelito, la Bella Dorita o Raquel Meyer, musa de los sueños eróticos de generaciones de barceloneses.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p.183

«También tiene sentido el nombre [de Barrio Chino] por extensión del concepto de barrio prohibido, por su condición de territorio para el hampa y el lumpen. El Barrio Chino barcelonés invadió la calle de Escudillers y sus aledaños, a manera de marca delictiva, pero su meollo estuvo y está del otro lado de la Rambla, entre Drassanes, el Paral.lel y la calle del Hospital. Allí se mezclaban putas y familias obreras, profesionales de la mariconería y locales sindicales ácratas o de nacientes formaciones socialistas y comunistas, cárceles de mujeres y frontones vascos, tiendas de preservativos y meublés olorosos de zotal e ingles, chiringuitos de finos y generosos con chiringuitos de cazalla o de barrecha (cazada y moscatel), una de las primeras síntesis culturales del contacto entre el pueblo catalán y los emigrantes.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 188)

«Es la Iglesia del Carmen. La construyeron después de la Semana Trágica, sobre el solar de un antiguo convento de jerónimas que quemaron los revolucionarios. (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 33)

«Escena VIII
Panorámica del Paralelo de los años veinte. Desembocan Reynals, Patrick i Arrufat, vestidos de noche, esmoquin, sombrero de copa, etc. Estan bastante bebidos.

Patrick:
Estoy confundido
Alucinado,
Estremecido
Poseído,
Descojonado
Atónito,
Y es que estoy
Enamorado de la
Ciudad
El mismo día, en el
Mismo lugar, he
Conocido a
Un dictador borracho
Que no dicta nada.
A Un andaluz que es un
Pintor loco y
Ampurdanés,
Que, en un sobre,
Delante mío, se ha
Masturbado
I que a su padre
Le ha enviado el
Resultado
Diciendo: no te debo
Nada, nada, nada.»

(Flor de nit / text Manuel Vázquez Montalbán, sobre una idea de Dagoll Dagom; música Albert Guinovart. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000, p. 60-62. https://www.cervantesvirtual.com/obra/flor-de-nit-multimedia—0/)

«Escena XII
Buhardilla de Quimet […]

Pons:
Vosotros realmente
¿Sois anarquistas?
O sois nacionalistas
¿Regionales?
Nuestra lucha
Final
Ha de ser
Internacional
¡Por la victoria del
proletariado!

Quimet, Pons:
Nunca más reyes y aún
Tenemos rey

Isadora:
Ni más patrones y
Aún hay patrones
Nunca más dioses…
¡Revolución!»

(Flor de nit / text Manuel Vázquez Montalbán, sobre una idea de Dagoll Dagom; música Albert Guinovart. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000, p. 60-62. https://www.cervantesvirtual.com/obra/flor-de-nit-multimedia–0/)

La evaluación que el autor hacía de la entrada en Barcelona del franquismo y sus efectos no deja lugar a dudas:

«La represión fue feroz, implacable, inmisericorde.» (Barcelonas. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 2018, p. 243)

«El talante ante esta situación iba por barrios ideológicos, aunque cada vez más tradujo situaciones económicas: la Barcelona asentada, salvo en los sectores culturalmente nacionalistas, se hizo franquista en mayor o menor grado; la otra Barcelona se comió su propia memoria o adaptó su metabolismo a la ingestión de sapos y se puso firme al atardecer, cuando se arriaba bandera en los cuarteles profusamente repartidos por la ciudad y ¡ay del que no se pusiera firmes con el brazo en alto ante el toque de silencio! De nuevo la doble conciencia […]: la ciudad que sobrevivía y hacía ver que no se enteraba de las descargas de los fusilamientos, de las colas ante la [cárcel] Modelo, de la destrucción sistemática de su propia identidad.» (Barcelonas. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 2018, p. 249)

Sus poemas ahondaron en la expresión de la vivencia de esa “otra” Barcelona perdedora:

«Oh ciudad del terror
entre las avenidas lívidos
árboles del otoño
los invasores
fusilaban archivos
borrachos de memoria bárbaros
hartos de carne humillada
y ofendida

el miedo era una presencia
el silencio su mortaja
las palabras escondidas en las cosas
las ideas en los ojos
contemplaban
la división entre el que muere y el que mata» (Praga. Barcelona: Lumen, 1982, p. 15)

«Definitivamente nada quedó de abril
pobre Rosa de Abril el mes más cruel
dibujada de muerte -hipótesis de la muerte-
entre mis manos tu rostro frío confirmaba
el silencio al que llevas mi memoria
memoria de mi infancia y tu postguerra
tu juventud agredida por los perros de la Historia
mi juventud agresora de tu instinto de vida
roja Rosa […]» (Pero el viajero que huye. Madrid: Visor, 1991, p. 59)

Quedan la resistencia simbólica y la solidaridad para contrarrestar el terror y la miseria en esos barrios vencidos:

«Irse de esta mierda de país y empezar a prosperar. […] O te vas o revientas. A veces me asomo a ese lado, al que apunta hacia la calle de la Cera y el cine Padró, y me imagino que estoy aquí arriba con una ametralladora y por esa calle pasan todos los fachas de España y ratatatatatá, no dejo a uno y me sienta bien el desahogo. Si alguna vez me ves subido ahí y ametrallando con la boca, no me hagas caso. Me estoy desahogando.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 107)

«El niño da vueltas y vueltas en torno de un perro dormido que de vez en cuando abre un ojo vigilando las intenciones de la bicicleta.

—Aquí en el terrado disfruta y se libera de toda la mierda que las monjas le meten en la cabeza. Mi cuñado tiene cojones. Rojo de toda la vida. La cárcel. Y va y me mete al chiquillo en un colegio de monjas de San Vicente de Paúl, porque es gratuito, de la Caja de Ahorros, y de momento, para lo que le enseñan… Pues le enseñan a rezar. ¿Y sabes qué libro le han dado para que se lo lea en casa? Fabiola. Un libro de mártires, curas y romanos. Dile a Young quien es Fabiola, nene.

—Una mala puta.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 109)

«El otro día vino una pobre mujer, llena de mierda, con perdón, llevaba un niño y pidió algo para comer. Yo, sin abrir la puerta, le dije por la mirilla que se retirara a la escalera y que esperara. Vi que se sentaban en la escalera y abrí un poco la puerta, lo justo para poner un plato de arroz en el suelo con una cuchara. Volví a cerrar y por la mirilla vi que se lo comían. Dejaron el plato y la cuchara en el mismo sitio y cuando me aseguré de que se habían ido, salí y recuperé el plato. Era un caso de necesidad y tenían mucha hambre, mucha para comerse aquel arroz, porque llevaba ya varios días en la fresquera y olía un poco. Te había salido muy bueno.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 117-118)

«Te dije que el librero de Atarazanas me iba tomando confianza. Luego me ha dicho que, primero, siempre pone a los clientes en cuarentena, no vayan a ser ganchos de la policía. A un librero de viejo de la calle Hospital le cogieron el otro día La araña negra de Blasco Ibáñez y Así hablaba Zarathustra de Nietzsche y se lo llevaron a [la comisaría de] Vía Layetana.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p.125)

Muy crítico fue también Vázquez Montalbán con las grandes transformaciones urbanísticas de la Barcelona que, con el desarrollismo franquista, cambia de piel a partir de los años 50 de la mano del alcalde José María de Porcioles:

«El porciolismo dejó ir el élan vital del crecimiento, significó el imperio de un urbanismo represivo basado en la ciudad como lugar de tránsito cuanto más rápido mejor, como base de una industria de la construcción suficientemente apetitosa para que se desarrollara un capitalismo urbano. Todo esto significaba la destrucción de la ciudad como rincones agradables, de la ciudad como lugar para estar, pasear, tener relación humana, etc. Un urbanismo represivo, de anticomunicación, el porciolismo es la máxima representación de esto. […] Después de la guerra civil, lo que Oriol Bohigas llama la arquitectura del estraperlo encuentra su elemento político fundamental en el señor Porcioles y sobre todo en el porciolismo como filosofía de la ciudad.» (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 54-56)

«…de la noche a la mañana, a finales de los 50 y primeros 60, todo aquello [Cornellà, Santa Coloma, Sant Vicenç dels Horts] quedo invadido por unos bloques de construcción terrible. Claro, era necesario que la gente encontrara un lugar para ir a vivir, pero ¿con qué criterios? Eran criterios salvajes, y la gente que fue a vivir allí pagó un precio altísimo en sus formas de vida, con problemas psicológicos, sociales y personales de todo tipo.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 85-86)

«…la Barcelona porciolesca, aquel inmenso parking despersonalizado. (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 350)

Frente al porciolismo, Vázquez Montalbán confirmaba como fundamental la labor antifranquista de la Asociaciones de Vecinos:

«Barcelona […] ya tenía un caldo de cultivo crítico, político e ideológico en los años 60 bastante fuerte. ¿Y cuál fue su salida? Las Asociaciones de Vecinos. […] Es casi uno de los fenómenos culturales más importantes de toda España: la aparición de una crítica urbanística en Barcelona, a finales de los años 60 y primeros de los 70, ligada a estos movimientos.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 42)

Elemento central de la visión montalbaniana sobre este periodo es la crítica a cómo los políticos que lideraron la transición de la dictadura a la democracia pactaron conceder impunidad a los crímenes del franquismo y limitar a un marco de democracia liberal capitalista las reivindicaciones mucho más ambiciosas de la izquierda antifranquista. Personajes frecuentes en las páginas de su obra son estos actores políticos de pasado izquierdoso que se cambiaron de chaqueta o volvieron a la casa del padre.

«—Es curioso. Casi en cada mesa una cara conocida. La generación que está en el poder: de treinta y cinco a cuarenta y cinco años. Los que supieron dejar de ser franquistas a tiempo y los que supieron ser antifranquistas en su justa medida o a su justo tiempo.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 57)

«[…] nos inventamos una lucha que no hacíamos. El franquismo duró lo que tuvo que durar y pasó por encima de lo que llamábamos nuestra lucha.
—Pero al menos ayudamos a crear conciencia democrática.
—Tanto como el Opus iniciando el Plan de Estabilización en mil novecientos cincuenta y siete y luego el Desarrollo Económico.
—Y prohibiendo El último tango en París.
—Pero permitiendo que la burguesía formara colas automovilísticas hasta Perpiñán para verle el culo a Marlon Brando. Era una doble conducta perfectamente asumida. En cambio, nosotros íbamos con el ariete por delante para derribar la fortaleza de La Bastilla y no derribamos nada.
—Delapierre, tú que eres actor, sermonea a Joan para que no sea tan revisionista. Los revisionistas me bloquean el cerebro.
—Joan no es un revisionista. Simplemente, ha crecido. […]
—Hay un tiempo para equivocarse y un tiempo para descubrir el porqué del error. Pero no me arrepiento de nada de lo hecho.” (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 56)

«—Y tú, ¿qué?
—¿Yo? ¿Qué de qué?
—Políticamente, chico. Yo adelanto una explicación sobre la correlación de fuerzas en presencia. Joan y Mercè pertenecen a la derecha civilizada, Delapierre es ácrata y del Frente de Liberación Gai. […] Ventura, tu antiguo rival en la conquista del poder dentro del PSUC, la UER, el PCI, Bandera Roja y otra vez el PSUC, es decir, hayamos estado donde hayamos estado, Ventura, el viejo combativo y brillante Ventura se ha vuelto… escéptico…[…] Y Luisa es nacionalista de izquierdas y feminista […]
—¿Y tú, Schubert?
—Yo dudo entre seguir el juego a los socialistas para hacer una carrerilla y poder ahorrar para la vejez o retirarme a mis posesiones ideológicas del pasado y esperar tiempos mejores. —¿Y tú? […]
A ti si te han cambiado la canción, master. Perteneces a los fugitivos del saber marxista, a la tropa que le presta lenguaje e información al capitalismo internacional, lenguaje, información y lógica del enemigo y además la satisfacción de haberte recuperado, master.» (El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985, p. 65, 67-68)

Aunque esta crítica de Vázquez Montalbán es de alcance español, se encarna a menudo en personajes barceloneses, como en los casos arriba citados de El pianista. Por ende, esa crítica se encuentra en su obra muy bien articulada con la ciudad gracias al gran conocimiento que el autor tenía de las realidades socioeconómicas y urbanísticas de la Ciudad Condal:

«Se ha de reconocer que se ha hecho una cierta política de recuperación de espacios libres de la ciudad, sobre todo en las zonas de más densidad de población. La política de obertura al mar desde el Moll de la Fusta y otras iniciatives demuestran una cierta voluntad de recuperación del espacio público. También veo un esfuerzo de recuperación de la cultura de barrio, de la identidad de barrio. Esto ha sido una conquista muy positiva de la democracia. Ahora bien, estamos dentro de un mercado y la especulación no se puede combatir dentro de este marco. La ciudad puede tener una política de cultura urbana más avanzada y democrática, pero está dentro de un marco de libertad de mercado. En consecuencia, los constructores tienen la ley en su mano.» (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 56)

«La instalación en el poder municipal de los socialistas sirvió para que muchos intelectuales y profesionales críticos del período anterior pudieran dejar de pensar la ciudad para hacerla, para entrar en el templo de la gestión real, y el impacto entre realidad y deseo forzó una síntesis pragmática, favorecida -e inductora- por el desmantelamiento de la conciencia crítica representado por el movimiento vecinal.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 334-335)

«A mí, lo que me preocupa, al final de este viaje teórico, ideológico más que teórico por parte de ellos, es la alienación, es decir, creo que, en este momento, se creen lo que dicen por qué tienen necesidad de creérselo. Si no, tendrían de hacer un acto autocrítico tan brutal y feroz que pondría en cuestión muchísimas cosas. Y, entonces, prefieren decir que no se podía hacer de otra manera. Y como que esto ya no es comprobable, este es el problema de la oposición entre los pragmáticos y los que son acusados de utópicos. Los pragmáticos pueden decir: “hemos hecho esto”; los utópicos han de decir: “mirad las hemerotecas, para ver lo que decíamos en aquella época”. Y este es el fracaso constante. Ahora, nadie se planteará nunca como habría podido ser esta ciudad. Nadie ya se lo podrá plantear, porque, claro, es la lucha desigual entre el pragmático y el crítico.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 66)

«Estoy muy preocupado con los abrazos que se dan Maragall y Pujol con Porcioles […] dando por buena la destrucción sistemática de la ciudad y del espíritu de la ciudad que representó el porciolismo. […] Estoy preocupado por saber si de aquellos abrazos se deduce una filosofía común, o una misma visión de la ciudad: la Barcelona Grande.» (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 54)

Vázquez Montalbán decía que su patria era su infancia, el espacio-tiempo de un barrio barcelonés pobre de perdedores en la primera postguerra. Las referencias a él recorren su bibliografía, marcadas por la nostalgia, un tono de homenaje reivindicativo y la crítica a un urbanismo que desprecia las huellas del pasado en la ciudad.

«Incluso había la costumbre -lo recuerdo de cuando era pequeño, que vivía en el Distrito Quinto- que pasear el domingo significaba las Rondas, el Paralelo, las Ramblas, sin salir de este circuito, porque más allá comenzaba el Eixample, comenzaban los otros territorios que eran del otro sector social.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 15-16)

«El hervor ciudadano de la Rambla de la transición, que se emborrachaba en Can Boadas y se tomaba una horchata en el Café de la Ópera, fue sustituido [en los 80] por una Rambla solitaria, de noche, escenario para las buscas más sórdidas, de las más tristes carnes o de drogas duras o blandas o toda la gama de drogas fláccidas, censadas y no censadas.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 330)

«Si alguna vez […] llegáis a esta plaza [del Pedró] y sobrevive, porque en el pasado fue amenazada por la apertura de otra vía Laietana que desde Colom hasta la calle de Muntaner arrasara la oscura memoria de la ciudad pobre, os pido que dejéis una real o imaginaria rosa amarilla en la fuente, homenaje a muertos que solo yo recuerdo o solo yo imagino, que aquí fueron felices escuchando los conciertos de los coros de Clavé o de la banda municipal conducida por el represaliado Lamote de Grignon. Muertos que me preceden o me exceden, que no han tenido su crónica ni sus hagiógrafos, enterrados para siempre en la fosa común del tiempo […] Muertos premodernos que esperaron inútilmente la consumación del Todo.» (Barcelonas, Barcelona: Ayuntamiento de Barcelona, 2018, p. 350-351)

«…no queda ninguna memoria auditiva. Una vez tuve que escribir un guion radiofónico sobre la Barcelona de aquella época [los años 40] y pregunté a la emisora si tenían grabado el ruido de los tranvías. No lo tienen grabado. Y los pregones por las calles, y los señores mayores que cantaban Machaquito o Rosó, llum de la meva vida… Haría falta un museo del sonido, quizás alguien lo tiene grabado. La corneta del barrendero, la rueda del carro sobre los adoquines. […] Había más olores […] el olor de la col hervida era muy característico, el olor de las gachas, el olor de los aceites de aquella época menos refinados que ahora. El olor de un frito de antes podía ser terrible. Algunos barrios olían a frito. Existía una mitología del pollo, a la que habían contribuido aquel granuja de Bofarull, el propietario del restaurante Los Caracoles en la calle Escudellers. En la época del hambre, se formaban colas de gente frente al restaurante para mirar como giraban los pollos asados, en la esquina de la calle. Uno de los motivos de fiesta los domingos era ir frente a Los Caracoles a ver como giraban los pollos asados. » (Diàlegs a Barcelona. Manuel Vázquez Montalbán y Jaume Fuster. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, 1985, p. 35, 39)

«No escogí nacer entre vosotros
en la ciudad de vuestros terrores
en su sur vencido y fugitivo
mediocres estelas de hambre y olvido
fui sombra chinesca sobre los paredones
donde me fusilaron tampones y recelos
nací en la cola del ejército huido
me quedé a la luz del centinela
y os pedí prestados aire y agua
en barrios que os sobraban.» (Praga. Barcelona: Lumen, 1982, p. 27)

«Suflé de castañas. Las había comprado por ritual y por nostalgia, en recuerdo de aquellos tiempos en que su madre asaba las castañas en una sartén vieja agujereada, todavía en el fuego de carbón mediocre de posguerra o de bolas de polvo de carbón, a la luz del carburo, aún a ciegas eléctricas en aquel barrio de la ciudad vieja ahora amenazado por las buenas y malas intenciones de la posmodernidad. Y junto a las castañas asadas en una sartén reconvertida, los panellets de boniato, única materia prima de dulcería al alance de todos los españoles. Mis recuerdos no me sobrevivirán, se dijo Carvalho…» (El laberinto griego. Barcelona: Planeta, 1991, p. 115).

«Y en la metamorfosis de Barcelona había como un ejercicio de sadismo implacable para destruir incluso los cementerios de su memoria, el espacio físico donde podrían residir los protagonistas de sus recuerdos. En la añoranza de Bromuro […] cumplía un papel referente la supervivencia de espacio físico en el que solía encontrar el viejo, bares, esquinas, la miserable pensión donde vivía amenazada ahora por la demolición de parte del Barrio Chino.» (El laberinto griego. Barcelona: Planeta, 1991, p. 132).

«Casa Leopoldo era el restaurante mítico del Barrio Chino al que Carvalho acudía en momentos de nostalgia del país de su infancia, cuando era un miserable pequeño príncipe del País de Posguerra. […]El barrio había sido pasteurizado. La piqueta había empezado a derribar manzanas enteras y las putas perdidas sin collar se habían quedado sin fachadas en las que apoyar el culo en las largas esperas de clientes disminuidos económicos y psicológicos. […]Convenía que el mirón olímpico no se llevara de Barcelona la imagen del sexo con varices y desodorantes insuficientes.» (Sabotaje Olímpico. Barcelona: Planeta, 1993, p. 72)

El autor fue muy crítico con los Juegos, que entendió como una excusa para disparar la neoliberalización de una ciudad convertida en marca comercial a la venta para turistas globales, abandonando así las reivindicaciones democráticas asociadas a los movimientos vecinales del tardofranquismo y los primeros momentos de la transición. Además de expresarse en valoraciones de gran agudeza analítica, la ironía, la burla y el sarcasmo ante la euforia constructora y el consenso social casi absoluto alrededor de los Juegos fueron constantes en su tratamiento del tema.

«…i entonces llegó la convocatoria olímpica, que significó deshacer cualquier modelo de crecimiento equilibrado. Significó hacer crecer la ciudad en función de las necesidades olímpicas, que eran crear una infraestructura viaria de rápida comunicación, el crecimiento hacia el Maresme, hacia el mar, no por la conquista del mar famosa como expresión lírica, sino para obtener un territorio que sería la Villa Olímpica, con un programa de obras condicionado por esta necesidad, la cual cosa significaba, además, que el crecimiento de la ciudad beneficiaría a aquella parte de la ciudad que tendría los Juegos llamados Olímpicos.[…] el injerto social y cultural que significa la Villa Olímpica en el marco en el cual está, es decir, al lado del Poble Nou, a pocos metros de La Mina, de los barrios del Besós, etc., que implica, entonces, sembrar especulación alrededor.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 59-60)

«[Los Juegos Olímpicos] acabaron de deshacer cualquier capacidad de resistencia de contención que pudiera tener el poder público, aunque aparentemente dé la sensación de que controlan este proceso.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 72)

«La Oficina Olímpica, Preolímpica, Transolímpica, Postolímpica empleaba a las gentes en otro tiempo menos olímpicas de este mundo […]: del marxismo leninismo a la gestión democrática institucional y finalmente a preparar todos los Olimpos que la democracia española tendría en 1992: el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, la Feria Internacional de Sevilla, las Olimpiadas, Madrid capital cultural de Europa. Quien no ha perdido siquiera media hora de su vida preparando la revolución, jamás sabrá qué se siente cuando años después te descubres a ti mismo prefabricando olimpos y pódiums triunfales para los atletas del deporte, del comercio y de industria.» (El laberinto griego. Barcelona: Planeta, 1991, p.32).

«Y la Nova Icària [calle de la Villa Olímpica] puede ser eso, como una parodia del falansterio, pero de un falansterio para clases aposentadas, claro. Ahora bien, una próxima iniciativa seria crear, por ejemplo, la Ciudad Comunista, hecha por Núñez y Navarro, con toda una serie de atracciones: desde un gulag interior, para que la gente pueda estar un ratito, hasta una “checa”, con la posibilidad de que la gente pudiera asaltar el Palacio de Invierno. Y todo ello patrocinado por la empresa de Walt Disney.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 105-106)

«…llega un momento que, para tirar adelante determinadas iniciativas, el Ayuntamiento cede la soberanía de que dispone sobre el suelo de la ciudad. Todo esto, a cambio de compensaciones que, a la hora de la verdad, no esconden que el negocio lo hacen los de siempre […] a cambio de una pequeña zona verde gratuita para la ciudad, reciben beneficios de 1.300 millones de pesetas.» (Barcelona, cap a on vas? Diàlegs per a una altra Barcelona. Eduard Moreno i Manuel Vázquez Montalbán. Barcelona: Llibres de l’Índex, 1991, p. 116)

«Una ciudad ocupada por gente disfrazada de saludable puede llegar a ser insoportable y más insoportable todavía si, a causa de los Juegos Olímpicos, la ciudad se ha hecho la cirugía estética y de su rostro han desaparecido importantes arrugas de su pasado.» (Sabotaje Olímpico. Barcelona: Planeta, 1993, p. 12)

Aportaciones

Audiovisuales

  • Los siete locos. Canal 17 Argentina. 2005. 37.20 – 37.54

  • Lejos de mí tan lejos. ACEC. 22 de abril del 2003

  • Perfils Catalans: Manuel Vázquez Montalbán (en catalán con subtítulos en castellano). Tranquilo produccions per a TVE, 26 min., 26 min.

  • Adiós a Manuel Vázquez Montalbán. Informe semanal 18/10/03. RTVE. Un reportaje de Sylvia Fernandez de Bobadilla y Gabriel Laborie